Ads

Ads

domingo, 15 de diciembre de 2019

La importancia de la química

La importancia de la química

Resumen 
En este artículo se presentan algunas pinceladas acerca de la importancia de la química, la ciencia y la tecnología en la vida diaria y en el desarrollo de la sociedad actual. Desde el punto de vista histórico y, tomando en consideración que la química es la ciencia de la materia y su transformación, se describen algunas concepciones acerca de la naturaleza de la materia y sus cambios, que fueron desarrolladas principalmente en la época arcaica y a inicios de la época clásica de Grecia.
Palabras clave: Química; concepto de materia; historia de la ciencia; edad arcaica griega; filosofía.

Abstract 
In this paper, we present some brushstrokes about the importance of chemistry, science, and technology, in everyday life, and in the development of modern society. From a historic point of view, we describe some ideas about the nature of matter and its changes that were developed primarily in the archaic period and early classical times of Greece.
Keywords: Chemistry; concept of matter; history of science; ancient times; philosophy.


Introducción 
La Asamblea General de las Naciones Unidas en su sexagésimo tercer período de sesiones, en diciembre de 2008, proclamó el 2011 como Año Internacional de la Química, designando como organismo rector y centro de coordinación a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), invitándola a organizar las actividades que debían de realizarse durante ese año, en colaboración con otras entidades competentes del sistema de las Naciones Unidas y con la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC), bajo el lema La química: nuestra vida, nuestro futuro. Las actividades que se realizaron durante ese año estuvieron orientadas principalmente a concientizar al público sobre la importancia de esta ciencia en nuestra vida diaria, además de resaltar la contribución de la química en todos los órdenes del bienestar humano (ONU, 2008). En este primer artículo, inspirado en el lema escogido, se hará un boceto acerca de la importancia que tiene la química (enmarcada dentro de la ciencia y la tecnología y dirigida, especialmente, hacia el área de la química orgánica) en la vida diaria y en el desarrollo de las sociedades modernas. Seguidamente, se iniciará una breve relación histórica acerca de la naturaleza de la materia, comenzando con la época arcaica de Grecia –por convención, la que transcurre entre la celebración de la primera Olimpiada, 776 a.C., y las Guerras Médicas, 490-480 a.C.– (Picazo et al., 2000). Es evidente la imposibilidad de sintetizar en pocas líneas el pensamiento filosóficocientífico de numerosos seres humanos a lo largo de varias centurias; por tanto, se aspira a trazar algunas breves pinceladas, que nos permitan vislumbrar, con intención didáctica, un acercamiento al conocimiento histórico y epistemológico del sujeto, que pueda servir de inspiración para ahondar en el mismo.

La química, la ciencia y el ser humano.
 En términos muy amplios, se puede decir que la química es tan vieja como lo ha sido la existencia del ser humano en la Tierra; es un saber muy antiguo. No obstante, como ciencia es muy reciente. El dominio del fuego, la distinción de las diversas plantas comestibles, medicinales y venenosas, el descubrimiento y la utilización de los minerales y los metales, entre otros, marcaron el lento desarrollo del hombre primitivo. Este desarrollo estuvo influenciado por los conocimientos tecnológicos y químicos que poseía. Por esta razón la Prehistoria se clasifica en edades: la edad de piedra (paleolítico, mesolítico y neolítico) y la edad de los metales (edades del cobre, del bronce y del hierro), que dio origen a la metalurgia.

Una de las actividades esenciales del ser humano ha sido la de investigar, intentando conocer así, cada vez más, la realidad que lo rodea. Al respecto cabe citar las palabras de E. Emmet Reid (1969, p. 16): Para hacer algo es necesario saber cómo. El hombre de las cavernas contaba con todo lo que tenemos nosotros, sólo que no sabía cómo utilizarlo (no disponía del know-how). Nuestro espectacular desarrollo industrial fue posible gracias a la enorme acumulación de conocimientos científicos e información (know-how) técnica, cada uno de cuyos componentes es el resultado de la observación, meditación y experimentación de alguien: en suma, de investigación. Desde los inicios de la historia, gracias a su capacidad de asombro y a su curiosidad, el ser humano se ha inclinado naturalmente al entendimiento del mundo material que lo rodea y del cual forma parte. Al adquirir mayor conocimiento, buscó la manera de modificar algunos elementos del ambiente natural en su propio beneficio. En primer lugar, el saber adquirido al inicio probablemente lo llevó a hacer un inventario de los materiales con que contaba y que le podían beneficiar en su vida cotidiana, quizás haciendo clasificaciones ad hoc y discriminaciones con sentido práctico. Posteriormente, sus esfuerzos estuvieron dirigidos a un mayor entendimiento de los materiales que utilizaba y para ello se hizo necesario efectuar separaciones químicas de sustancias; por ejemplo, la separación de metales a partir de sus minerales, la búsqueda de tintes y pigmentos o la obtención de bálsamos y resinas a partir de vegetales, tan empleadas en el antiguo Egipto.
La química ha jugado un papel fundamental en esas y en otras actividades humanas. Algunos la han considerado como una disciplina basada en una gran variedad de procesos de separación. Por ejemplo, la palabra holandesa para química, scheikunde, significa literalmente el arte de la separación (Karger et al., 1973, p. 2). No se podrían concebir las industrias petrolera y petroquímica actuales, responsables en gran medida del desarrollo moderno, sin los diversos procesos químicos y las numerosas operaciones de separación. Desde finales del siglo XVIII, los químicos han empleado una buena parte de su tiempo efectuando extracciones y separaciones para purificar sustancias procedentes, principalmente, de plantas y animales. Esta es una actividad típica de la química, que nos permite adquirir conocimiento por el proceso de análisis. Una vez separadas y purificadas las sustancias adecuadamente, el reto mayor fue contestar preguntas como: ¿de qué están hechas esas sustancias?, ¿cuál es su composición?, ¿cuál es su constitución? Eso, sin duda, producía una gran curiosidad. A través del tiempo se desarrollaron numerosos métodos experimentales e instrumentos para poder realizar el análisis de los materiales. La motivación para efectuar esos estudios, aparte del deseo  natural de los investigadores por indagar acerca de la naturaleza de las sustancias, estaba, además, en el estudio de los ingredientes naturales que podrían tener múltiples aplicaciones prácticas en nuestra vida diaria; por ejemplo, como medicamentos, colorantes, insecticidas, materiales de cobertura, construcción y vestidos, como pertrechos navales para el calafateo de barcos de madera, etc. De ese modo, se podría decir que la química es la ciencia de la materia. La constitución de los materiales (o la estructura química de las sustancias) determina las propiedades físicas y biológicas, las cuales, a su vez, definen las posibles aplicaciones económicas que podrían tener en la sociedad (Szmant, 1989). La estructura no sólo tiene que ver con la arquitectura tridimensional de los átomos en una molécula discreta, sino también con el arreglo tridimensional de los agregados moleculares que se forman gracias a las fuerzas que se originan entre las moléculas.
La gran mayoría de materiales industriales orgánicos que se usan en la sociedad actual derivan del petróleo. Esto se logra a partir de ladrillos de construcción (piezas que se pueden diferenciar por el número de sus átomos de carbono y por la presencia de diversos grupos funcionales) obtenidos por la industria petroquímica. La materia prima proveniente de la refinación del petróleo es transformada, obteniéndose productos intermedios que, a su vez, son transformados en productos finales. De allí que se pueda definir que la química es la ciencia de la transformación de los materiales. Mediante diversos procesos de síntesis (actividad de la química que no sólo reproduce sustancias que se encuentran en la naturaleza, sino que también crea sustancias completamente nuevas) se obtiene una plétora de materiales que han repercutido directamente en el avance continuo de la sociedad mundial actual: en el área de la salud, creando nuevos medicamentos, tanto para humanos como para animales; en el área de la limpieza, desarrollando desinfectantes, jabones, detergentes, champús y dentífricos; en el área agrícola, produciendo plaguicidas para las más diversas plagas; en la fabricación de abonos y fertilizantes, ayudando así a la obtención de mayores cosechas; en el área de la construcción, produciendo materiales de muy variada naturaleza, como anticorrosivos, recubrimientos, plásticos de diversos tipos, desde los más simples (como tuberías PVC, espumas aislantes, impermeabilizantes, láminas transparentes, muebles, etc.) hasta los altamente sofisticados (como los plásticos de ingeniería, utilizados en una gran gama de aplicaciones en las industrias alimentaria, farmacéutica, metalmecánica y aeronáutica). En los últimos treinta años se ha desarrollado la síntesis de biomateriales que pueden funcionar, por ejemplo, como implantes y sustitutos óseos o como dispositivos que interactúan con los sistemas biológicos, ya sea para reparar o regenerar el cuerpo humano. Marcellin Berthelot (1827-1907), uno de los pioneros de la síntesis orgánica, indicó que «La química crea su objeto. Esta facultad creativa, semejante a la del arte mismo, la distingue esencialmente de las ciencias naturales e históricas» (Berthelot, citado por Serratosa, 1969, p. 51).

La química está presente en todas partes; sin embargo, corrientemente no es percibida por la mayoría de la población. Costa Rica no es la excepción, como lo indicó la primera encuesta acerca de la Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en Costa Rica: «La ciencia asociada a la realidad cotidiana parece no ser percibida por la mayoría de la población encuestada» (CarrilloDelgado et al., 2012). Estamos sumergidos en un océano de productos de la química. Y, además, sin darnos cuenta, existimos gracias a un amplio repertorio de reacciones químicas. A modo de ejemplo, pensemos solamente que nuestro organismo está constituido por materia y, por tanto, asistimos a una compleja e intrincada transformación de la misma que permite el funcionamiento cotidiano. Multitud de reacciones, facilitadas por catalizadores muy especializados, transforman los alimentos para que de ese modo podamos subsistir. En el siglo XIX, Justus von Liebig (1803-1873), químico alemán considerado padre de la agricultura moderna, indicaba que «Alles ist Chemie» (todo es química) (Blondell-Mégrelis, 2007). En un contexto educacional, que atañe a este artículo, se vuelve relevante el conocimiento histórico y social como base para entender la ciencia y, en particular, la química, como una actividad humana surgida de la mente, pero insertada en un proceso de construcción de la sociedad. De este modo, la ciencia y la tecnología han sido cruciales en el desarrollo económico y el bienestar de las naciones. Hace más de medio siglo Kuznets (1959, p. 31) escribió: Apenas resulta necesario actualmente insistir en que la ciencia constituye la base de la técnica moderna y que ésta, a su vez, es la del crecimiento económico actual. Sin el surgimiento y desarrollo de la ciencia moderna y de la tecnología a que ha dado origen, ni la producción económica ni la población hubieran aumentado al elevado ritmo con que lo han hecho en el último siglo o siglo y medio en los países desarrollados. La condición necesaria para la rápida evolución del crecimiento actual de la renta per cápita, combinado con el aumento sustancial de la población, viene dada por el carácter continuo del progreso económico y por la serie de recientes descubrimientos científicos que la sustentan. La ciencia es un producto del cerebro, constituyendo el fruto de un proceso de abstracción del ser humano. Como la ciencia es producto de la razón humana, apoyada, además, en hechos experimentales concretos y en la capacidad creativa, esa misma razón nos indica que cualquier construcción teórica o razonamiento propuesto es perfectible y, por tanto, ese conocimiento es de naturaleza transitoria. Jaramillo (1995, p. 16) nos indica que «la evolución del conocimiento a través de la historia nos muestra que la certeza es incompatible con la ciencia y que ésta vive de verdades relativas; justamente en eso estriba la posibilidad del progreso científico». Hasta donde sabemos, y en el entendido de que sabemos muy poco, no existe fuera del ser humano ese producto  que conocemos como ciencia.
La evolución de la capacidad científico-técnica de la sociedad, que lleva al desarrollo, puede ser entendida como el resultado de los actos creativos de los seres humanos basados en la curiosidad innata, en el asombro ante las cosas del mundo, en el apetito por saber y aprender cada vez más y en las respuestas imaginativas que se dan como solución a los continuos e innumerables problemas que se presentan a diario. Al respecto, Harrison (1990, p. 20) nos dice: La capacidad creativa de los seres humanos se encuentra en el corazón del proceso de desarrollo. Lo que produce el desarrollo es nuestra capacidad para imaginar, teorizar, conceptuar, experimentar, inventar, articular, organizar, administrar, resolver problemas y hacer cientos de otras cosas con nuestras mentes y manos, que contribuyan al progreso del individuo y de la humanidad en general. Los recursos naturales, el clima, la geografía, la historia, las dimensiones del mercado, la política gubernamental y muchos otros factores influyen en la dirección y el ritmo del progreso.
 Pero el motor es la capacidad creativa humana. En Costa Rica, en las últimas décadas se ha puesto énfasis en la importancia estratégica de la ciencia y la tecnología como base del progreso y como medio para alcanzar un mejor nivel de vida. Documentos de instituciones gubernamentales, que tienen que ver con la planificación y con estrategias para el desarrollo (Proyecto Estrategia Siglo XXI, 2006), así como de instituciones educativas responsables de poner a punto programas educacionales, algunos discursos (Fonseca, 2010) y libros (Hidalgo y Monge, 1989), han citado en reiteradas ocasiones las palabras del visionario ministro Castro-Madriz (1818-1892), como exordio para sus razonamientos y para justificar una mayor inversión en la educación pública, de modo que se pueda elevar la calidad científico-tecnológica del país:
Triste del país que no tome a las ciencias por guía en sus empresas y trabajos. Se quedará postergado, vendrá a ser tributario de los demás y su ruina será infalible, porque en la situación actual de las sociedades modernas, la que emplea más sagacidad y saber, debe obtener ventajas seguras sobre las otras (José María Castro Madriz, Ministro General –en el gobierno del Jefe de Estado Provisorio de Costa Rica, José María Alfaro Zamora (1842- 1844)– discurso en la inauguración de la Universidad de Santo Tomás, 21 de abril de 1844). Ese pensamiento se encaja entre las ideas filosóficas positivistas de la época, las cuales estaban vivamente presentes en Francia.
El científico Louis Pasteur (1822-1895), uno de los fundadores de la microbiología médica, contemporáneo del ciudadano Castro-Madriz (quienposteriormente fue primer presidente de la República de Costa Rica), refiriéndose a la importancia de la ciencia y la tecnología en el siglo XIX, indicaba: En nuestro siglo, la ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente viva de todo progreso. Sin duda, la política con sus fatigantes discusiones cotidianas, parece ser nuestra guía. ¡Vana apariencia! Lo que realmente nos guía son algunos descubrimientos científicos y sus aplicaciones (Pasteur, citado por Counson, 1923, p. 272). Con la óptica actual, para muchas personas esa visión acerca de la importancia de la ciencia en la vida de los pueblos pareciera resultar excesiva. Además, muestra una fe casi ciega en la ciencia. Durante la segunda mitad del siglo XIX y en gran parte del siglo XX se generó lo que se podría llamar el mito del progreso basado en la ciencia y la tecnología, elevándolas a un estatus de panacea. Los pueblos entienden que la ciencia da un gran poder, sobre todo a los países que se esmeran en desarrollarse, ya que su riqueza está en gran parte sustentada por los productos de las tecnologías que originan.
Al respecto, Russell (1988) señaló que: La ciencia es en primer lugar conocimiento, pero la ciencia como conocimiento es desplazada a segundo término por la ciencia como poder manipulador... Ya que el pensamiento científico es esencialmente un pensamiento-poder, es esa clase de pensamiento cuyo propósito, consciente o inconsciente, es conferir poder a su posesor. Ese poder, aunado a la fascinación que producen los artículos que llegan a nuestras manos, especialmente los de naturaleza electrónica (computadoras, teléfonos celulares, Internet, videojuegos y otros artículos tecnológicos) y los vinculados con la salud, que nos dan bienestar y una mayor calidad de vida, hacen que ante nuestros ojos esos países que los originan adquieran un gran prestigio. Sin embargo, es necesario recordar que para muchas personas, la ciencia inspira temor, principalmente por la falta de comprensión de la misma y su relación directa con los instrumentos y las artes de la guerra que fueron, son y serán causa de muerte y desolación.
Se piensa que siempre habrá un antes y un después de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Ciertamente, se ha dicho que para la ciencia nada es bueno o malo, ya que para ella no existen valores; lamentablemente, al ser producto de la mente humana no es separable de la psicología; por eso, que la ciencia sea buena o mala dependerá de los usuarios y su sociedad, con todo lo que implica su cultura y sus posibles patologías. Otro aspecto negativo fundamental es el relacionado con los graves problemas ocasionados al ambiente, que han repercutido fuertemente sobre la salud de muchas comunidades. La química moderna, en particular, no escapa a las críticas relacionadas con los riesgos de la contaminación.

Basta con recordar algunas catástrofes, como la de Minamata, Japón (desastre ambiental causado por contaminación industrial con mercurio –monometilmercurio, neurotóxico–), la de Bhopal, India (escape tóxico de isocianato de metilo en una fábrica de plaguicidas) y la de Seveso, Italia (desastre causado por tetraclorodibenzodioxinas) para que se tenga una mala impresión y se intente tapar con un dedo todos los beneficios inherentes a esta disciplina. «La química es vista, a menudo, como una ciencia impura, la cual contamina nuestro suelo, envenena nuestra agua y ensucia nuestro aire» (Bensaude-Vincent y Simon, 2008, p. 2). En realidad, esos accidentes puntuales se pueden atribuir a actitudes irresponsables y a la negligencia de empresas y de gobiernos que no las fiscalizan de forma adecuada. «No es de extrañar que la opinión pública se sienta confusa y recele en medio de tanto poder, tanto prestigio y tanto temor» (Fernández-Rañada, 1995, p. 17).

La materia en la época arcaica griega
Desde que adquirimos consciencia nos hemos asombrado y hecho múltiples preguntas acerca de las cosas y los fenómenos naturales que nos rodean, que han despertado nuestra curiosidad. Por ejemplo, ¿qué es el mundo?, ¿cuál es la materia primaria de la que están compuestas todas las cosas?, o ¿cómo se determina la identidad de una sustancia? Desde una perspectiva occidental, no parece posible dar respuesta a preguntas como esas sin mencionar a los primeros filósofos griegos, ya que se interesaron por la «naturaleza» phýsis (φύσις) –realidad primera y fundamental– y por los procesos que en ella acontecían. Esos filósofos observaban los cambios continuos que sucedían en la naturaleza: ¿Cómo es que ocurren dichos cambios? ¿Cómo es que una sustancia podía transformarse en otra distinta? Si las cosas cambian, ¿qué son de verdad? Esos filósofos tenían la creencia de que existía una materia primaria, un arché (ἀρχή) o principio que era el origen de todas las cosas, que daba movimiento y que producía los cambios. Tenía que haber algo a partir de lo cual todo procedía y a lo que todo volvía (Gaarder, 1995). Querían conocer la naturaleza y tener una idea clara de sus cambios, empleando para ello una nueva visión, en la que no se tuviese la necesidad de recurrir a los mitos de la tradición griega (leyendas y relatos con los que se explicaba el origen del universo o los grandes acontecimientos de la humanidad). Con su actividad, dieron los primeros pasos hacia lo que hoy conocemos como un modo científico de pensamiento. A partir de este punto, es interesante indagar sobre el origen del pensamiento científico y su fuerte relación con los orígenes de la filosofía occidental.

La filosofía griega
Las ideas desarrolladas por los filósofos fueron como una gran expedición, que partió de una concepción mítica y religiosa del mundo, hizo una valoración intelectual y construyó ideas innovadoras mediante el entendimiento (la razón), lo que produjo una novedosa representación mental o conceptual del mundo, en lo que se ha definido como el paso del mito al logos. A ese intento reflexivo, en el que con palabras se expresa el pensamiento, a esa manera cuidadosa de examinar se le llamó filosofía (φιλοσοφία), amor a la sabiduría.
La mayoría de esos filósofos eran colonos, habitantes de ciudades-estado autónomas, polis (πόλις), que eran organizaciones de vida en común, ubicadas en la frontera entre la cultura griega y las culturas orientales; consecuentemente, tenían contacto con personas de otras tradiciones míticas, muy diferentes entre sí, siendo muy probable que ante el conocimiento de otras ideas y realidades, ante un horizonte más amplio, se haya estimulado la curiosidad y la reflexión sobre sí mismos y sobre su propia cultura (Fernández et al., 2000).
Con su pensamiento, esos filósofos crearon nuevas ideas frente a la tradición mítica griega, conduciendo paulatinamente a una crisis de representaciones y valoraciones, que contribuyó a la evolución social y a una serie de cambios históricos que dieron por resultado que algunas economías agrarias, que en sus inicios eran relativamente cerradas, evolucionaran hacia el establecimiento de centros urbanos y marítimos, donde las actividades de intercambio comercial fueron sustantivas, como fue el caso de la ciudad de Mileto (siglo VI a.C.).
Jonia fue en esa época un sitio importante para el comercio internacional; allí los griegos se relacionaban con egipcios, fenicios, etruscos, babilonios e iranios, entre otros. Así se logró una acumulación importante de riqueza en las polis (como Éfeso, Samos, Colofón y Mileto). El éxito económico de Mileto con toda probabilidad favoreció el aumento de tiempo libre de muchas personas; algunas de éstas pudieron dedicarse a la especulación intelectual (ocio reflexivo). Fue un período de intercambio intenso, que aceleró diversos cambios en la forma de existencia y de conciencia de las principales ciudades griegas (Camacho et al., 1994). Tales de Mileto (activo en torno a 600-550 a.C.) es considerado por tradición como el primer filósofo occidental. Fue hombre de negocios, además de político; probablemente por lo aprendido en sus múltiples viajes introdujo en Grecia algunas facetas del pensamiento egipcio, que incluían su cosmogonía solar. También introdujo nociones del pensamiento asiático (Camacho et al., 1994). Esto implicó un cambio cualitativo, una transformación fundamental, ya que se comenzó a abandonar la vieja teogonía (acerca del nacimiento de los dioses), construyéndose un nuevo paradigma que llevaba implícita una manera diferente de entender el mundo. Tanto Platón como Aristóteles escribieron que en el origen del quehacer filosófico se encuentra la predisposición deánimo que tiene el hombre de asombrarse y de admirarse ante lo que aparece (Platón, 1990, 155 d). El hecho de percibir la realidad de una forma nueva, diferente, significaba de algún modo la negación de lo que antes se entendía como realidad (lo dado).

La atracción irresistible que produce la contemplación de la naturaleza y el hecho de que las cosas sean como son, y no de otra manera, y que se intente buscar una explicación novedosa, representa una confirmación de la propia ignorancia. Así, la filosofía es, en su origen, un nuevo cuestionamiento de lo que en verdad ocurre, una especie de negación de la realidad anterior y un intento de construir una nueva realidad según lo que dicta la razón humana. Ya Aristóteles indicaba: «Quien percibe una dificultad y se admira, reconoce su propia ignorancia» (Aristóteles, citado por Camacho et al., 1994). La filosofía es una forma de conocimiento, un intento racional reflexivo, profundo, general o universal, realizado por el ser humano para dar cuenta de su propia realidad y, como consecuencia, poder expresarla apropiadamente. Fernando Savater (2010, p. 17) nos indica que «la filosofía es una forma de buscar verdades y denunciar errores o falsedades que tiene ya más de dos mil quinientos años de historia».
En los primeros tiempos, la indagación filosófica estuvo dirigida hacia la naturaleza del Universo (phýsis), impulsada por el deseo de entender el mundo que rodeaba al ser humano. Esta indagación incluía el conocimiento del principio que engendra todas las cosas, el proceso de formación y la razón por la que son y subsisten todas las cosas, así como los procesos terminales de disolución o aniquilamiento de la realidad universal. Aquellos filósofos se ocuparon de la naturaleza fundamental de la materia y de algunas de sus transformaciones, las que actualmente se podrían identificar como químicas. En estos aspectos destacaron tanto los representantes de la tradición jónica (Anatolia, Asia Menor, actual Turquía), con Tales, Anaximandro, Anaxímenes y la gran contribución de Heráclito de Éfeso, como los de la tradición itálica (Magna Grecia, sur de Italia y Sicilia) con Pitágoras y sus discípulos, Parménides y los eleáticos, Anaxágoras, Empédocles y los atomistas Leucipo y Demócrito.

La Escuela Jónica 
Los jonios tenían sus asentamientos en la costa occidental de Anatolia, en ciudades como Mileto, Éfeso, Clazomene, Esmirna, Colofón y Focea, entre otras. En la edad arcaica, esas comunidades griegas alcanzaron un alto nivel cultural y político. En el siglo VIII a.C. Homero dio forma en Jonia a las dos grandes poesías épicas del pueblo griego, la Ilíada y la Odisea, que sirvieron como fundamento para que brotase una conciencia y un espíritu comunes a todas las polis.

El desarrollo de la escritura alfabética, de origen fenicio, se dio en el siglo IX a.C., generalizándose a mediados del siglo VIII a.C. Eso posibilitó la aparición de fuentes escritas (Picazo et al., 2000). Las respuestas a las preguntas planteadas en ese período tuvieron sus cimientos en la comprensión e incorporación de nuevos conocimientos matemáticos (geometría y aritmética) y astronómicos, provenientes principalmente de Egipto y Mesopotamia. El desarrollo acelerado que tuvo la navegación (sobre todo con fines comerciales) y el avance de la colonización, que llevó a mejores prácticas agrícolas, aumento y diversificación de las obras artesanales y mejoramiento de la técnica, hicieron necesaria una observación más cuidadosa y objetiva de la naturaleza (Camacho et al., 1994). Para Aristóteles, el conocimiento racional se produce característicamente mediante un proceso de abstracción; una operación intelectual que aísla, de todas las cualidades que componen un objeto real, la propiedad que posee un carácter universal y necesario.
Las explicaciones halladas deben ser coherentes con los hechos observados. Éstas deben dar razón de los fenómenos percibidos al buscar indicios ciertos o verdaderos de las causas, que no sean sobrenaturales o mágicas, sino que estén de acuerdo con la naturaleza objetiva de los hechos que se están examinando. En el transcurso de varios siglos se dio un salto cualitativo respecto a la tradición cultural anterior del pueblo griego (mitología) y de otras culturas cercanas. Se puede conjeturar que una de las razones para el desarrollo de la ciencia antigua fue la presión ejercida por las necesidades prácticas de los individuos y grupos sociales. Los colonos griegos, ya fueran navegantes, comerciantes, agricultores, constructores, artistas, políticos o soldados, debieron luchar contra los desastres naturales y, también, pelear contra otros grupos humanos.
 Debieron observar con detenimiento la naturaleza y la sociedad para mejorar la técnica y buscar reglas de vida y de convivencia. No en vano se ha indicado que una de las notas distintivas de la polis fueron los ciudadanos y la comunidad de intereses, que dieron origen al primer estado de derecho de que se tenga noticia, ya que el conjunto de ciudadanos estaba regido por un grupo de leyes que regulaban sus deberes y derechos.
La lucha incesante en campos tan variados los obligó a tomar decisiones objetivas y, por esa razón, poco a poco abandonaron el mito y adoptaron la ciencia, como concepto de saber racional (Mora-Rodríguez, 1997). Con preguntas como: ¿De qué está hecho el mundo? ¿Cuál es el elemento constitutivo que subyace a todos los cambios? ¿Cuál es la naturaleza de la sustancia fundamental de la cual está constituido el universo?, se dio origen, en el siglo VII a.C., a la filosofía y a las ciencias naturales. A la pregunta sobre el origen y la constitución de todas las cosas, Tales pensaba que el agua era el origen, quizás influido por la cercanía del mar y por la idea de que la vida pudo haber surgido de él. Además, era posible comprobar la necesidad del agua como sustento de los seres vivos ya que unagran desecación podía ocasionar la muerte.
Tomando en consideración la observación de que el agua aparece naturalmente en sus tres estados físicos: sólido (hielo), líquido y gas (vapor), y que el agua de mar al evaporarse proporciona un sólido (mezcla constituida principalmente por cloruro de sodio), parecía evidente que, pudiendo cambiar de forma, el agua podría producir las cosas del mundo sensible (el que apreciamos mediante nuestros sentidos). Ya los sumerios, dos milenios antes de Tales sostenían que todo provenía del agua. La religión sumeria estaba fuertemente influenciada por los componentes agrícola y pastoril de su sociedad, en la que los elementos de la naturaleza prevalecían en el sistema de creencias. Se debe recordar que los sumerios geográficamente estaban asentados en los terrenos ubicados en las riberas de los ríos Tigris y Éufrates (Mesopotamia). El agua tenía un lugar fundamental como principio primordial de la agricultura, conjuntamente con la actividad sexual, las cuales eran la causa de la generación tanto de los seres humanos como del ganado.
A estos principios se les unían los conceptos de tierra, aire y fuego, constituyendo parte de su cosmogonía (Lara-Peinado, 2000). En la mitología egipcia también se destacó la importancia del agua por la presencia del Nilo, que al desbordarse anualmente proporcionaba una gran fertilidad a las tierras aledañas, pudiéndose asociar la idea de que la vida podría provenir de la humedad (Cañas-Quirós, 2011). El agua como origen de todas las cosas no se debe entender en forma literal, ya que los filósofos siempre se han solazado con el carácter efímero y la temporalidad de las cosas; esa condición de flujo y cambio es simbolizada muy bien por el agua (Moore, 1918).
Lo importante aquí es la pregunta que se formuló y que Tales hizo alusión, como sustancia básica o fundamental, a un cuerpo material que está al margen de los entes mitológicos o de las creencias religiosas. De ese modo, Tales proporcionó una causa material. Es primordial el enfoque racional y naturalista, que al indagar acerca de la physis –realidad primera y fundamental– sirvió de punto de partida, originando las ciencias naturales que en nuestros días son responsables, en gran medida, de los avances de la civilización.
Sin embargo, la propuesta de Tales trata de un principio trascendente, que no se agota en el ámbito de lo material y aparente, ya que detrás de esa sustancia física o corpórea debe existir algo que da razón de esa misma realidad (Esquivel-Estrada, 2000-2001). El agua que consumimos y que forma parte fundamental de la constitución de nuestro organismo no es más que una manifestación física de la physis originaria. La tesis de Tales sobre la existencia de una sustancia básica o fundamental, a partir de la cual se formaron todos los cuerpos, estimuló el pensamiento y encontró una gran aceptación entre sus discípulos y sucesores. Anaximandro de Mileto (ca. 610-546 a.C.), probablemente discípulo de Tales, pensó que la sustancia fundamental de la naturaleza no era algo que estuviera al alcance de nuestros sentidos e indicó que el ápeiron (ἄπειρον) es el arché o principio de todas las cosas. Una sustancia indefinida,ilimitada e indeterminada, grandiosa en su asombrosa magnificencia, especie de potencialidad pura, capaz de formar la totalidad del mundo. Esa sustancia era de naturaleza divina (un principio vital). Lo indefinido, mezcla originaria de todas las cosas, tiene la propiedad de ser inmortal e indestructible. El ápeiron ejerce poder sobre todas las cosas, igual que lo hacían los dioses mitológicos.
Él pensaba que el mundo que habitamos es sólo uno de muchos mundos que nacen y fenecen en el inmortal e incorruptible ápeiron, que podría entenderse como un principio de naturaleza casi metafísica, en vez de una cosa material observable empíricamente. «Aunque parezca contradictorio, el ápeiron es de naturaleza material y, al mismo tiempo, no se concreta en términos de cualidades materiales, ya sea como agua, tierra, aire u otros cuerpos» (Cañas-Quirós, 2011, p. 44 y refs. citadas en ese escrito). Los esfuerzos de Anaximandro constituyen un intento de profundizar en la esencia de la materia que se encuentra detrás de la apariencia sensible de los fenómenos.
Esto se podría considerar como el inicio de la comprensión de la materia con un enfoque abstracto. Para Anaxímenes de Mileto (murió ca. 528 a.C.), discípulo de Anaximandro, el origen de todo era el aire o la niebla, pneuma (πνεύμα), que era una especie de principio de vida que actúa creando todo. No sólo designó una sustancia primordial, sino que, además, indicó cómo se formaban las cosas a partir de ese principio. De él ha salido todo por condensación y por rarefacción (hacer menos denso un cuerpo gaseoso). Opinaba que el agua tenía que ser aire condensado, ya que el agua surge del aire cuando llueve. Cuando el aire se condensa aún más, se convierte en tierra.
 Pensaba que el fuego tenía que ser aire diluido. Según Anaxímenes (Gaarder, 1995), tanto la tierra como el agua y el fuego tenían su origen en el aire. El aire domina y mantiene unido al cosmos, de la misma manera que el alma lo hace con el cuerpo. Analógicamente, el universo es concebido como un inmenso ser vivo (Mora Rodríguez, 1997). Es probable que Anaxímenes pensara que para originar vida tendría que existir tierra, agua, aire y fuego, pero la sustancia fundamental o de partida era el aire o la niebla, compartiendo con Tales la idea de que existía una materia primaria que servía de base para todos los cambios que se daban en la naturaleza. Los milesios trataron de explicar el mundo sensible en términos de lo que se puede llamar una sustancia generadora (un ladrillo fundamental de construcción), una sola materia primaria, imperecedera, que sufre una serie de transformaciones y que genera el mundo sensible que percibimos. Esa materia primaria, que constituye la realidad y que al mismo tiempo posee atributos de divinidad, intenta ser la razón que explica la totalidad; da razón del origen, de la naturaleza y del fin de la realidad.


Conclusión
 Cuando los primeros filósofos griegos creaban y enseñaban ideas para un mejor entendimiento de la materia y sus transformaciones, al mismo tiempo se fueron desarrollando, desde tiempos lejanos, los conocimientos y las habilidades prácticas. Para la vida en sociedad eran necesarios muchos oficios artesanales que producían materiales utilizados en beneficio de los seres humanos, como el procesamiento y el trabajo de los metales, la cerámica, el vidrio, las pieles y las fibras naturales, así como el desarrollo de tecnologías para la obtención y el uso de colorantes naturales, perfumes y la confección de diversas preparaciones medicinales a partir de plantas y animales, fundamentales para mantener la salud. La química tiene que ver con las especulaciones filosóficas acerca de la materia y sus transformaciones y con esos conocimientos empíricos y prácticos, derivados de los diversos oficios artesanales. Por eso, el origen de la química es muy diverso y este hecho la hace particularmente compleja. La química desempeña una función decisiva en nuestra vida diaria, ya que se encuentra en todas partes. Históricamente, ha contribuido significativamente a la economía de las naciones, puesto que ha servido para llenar las necesidades de los seres humanos en campos tan diversos como agricultura, alimentación, comunicaciones, energía, higiene, salud, transporte, vestimenta y vivienda, entre otros. La química como ciencia tiene la particularidad de crear continuamente numerosos materiales que encuentran usos prácticos muy diversos.

Referencias bibliográficas
Bensaude-Vincent, B. & Simon, J. (2008). Chemistry. The impure science. Londres: Imperial College Press. Blondell-Mégrelis, M. (2007). Liebig or how to popularize chemistry. HYLE – International Journal for Philosophy of Chemistry, 13 (1), 43-54. Camacho, L. A., Gallardo, H. & Ramírez, E. R. (1994). Filosofía para la educación diversificada. 3ª. Edición, San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad Estatal a Distancia. Cañas-Quirós, R. (2011). El origen de la filosofía y el retorno de los mitos. San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica. Carrillo-Delgado, M. A., Bermúdez Mora, J. C., Bustos Mora, G., Solís Salazar, M. & García Madrigal, P. (2012). Percepción social de la ciencia y la tecnología en Costa Rica. (Resumen ejecutivo). Heredia, Costa Rica: Universidad Nacional, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Estudios Sociales en Población. Clericuzio, A. (2004). Gassendi y el atomismo del siglo XVII. Hermenegildo Delgado R. (Trad.). En Los orígenes de la ciencia moderna. Actas años XI y XII. Seminario «Orotava» de Historia de la Ciencia (pp. 371-382). Canarias, España: Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Dirección General de Ordenación e Innovación Educativa.

No hay comentarios.:

Ejercicio tipo examen para entrar a la universidad!

Entradas populares

Propiedades y formularios!






Analogías y criptoaritmética

Ejercicios tipo examen | Leyes de los exponentes

Anuncio

Ejercicios en el canal de propiedades

Buscador

Ads